Prólogo de Legado

Cuarto libro de la saga el Legado

Al principio. Una historia sobre Eragon, Eldest y Brisingr

Prólogo de Legado: Al principio había dragones: orgullosos, fieros e independientes. Sus escamas eran como piedras preciosas, y todos aquellos que las miraban desesperaban, pues su belleza era grande y terrible. Y vivieron solos en la tierra de Alagaësia durante innumerables eras.

Después el dios Helzvog hizo a los robustos y resistentes enanos a partir de la piedra del desierto de Hadarac. Y esas dos razas se enfrentaban a menudo.

Más adelante, los elfos navegaron hasta Alagaësia a través del mar plateado. Ellos también lucharon contra los dragones. Pero los elfos eran más fuertes que los enanos, y hubieran llegado a destruir a los dragones, a pesar de que estos también hubieran acabado con los elfos.

Y así fue que se firmó una paz y se selló un pacto entre los dragones y los elfos. Y con este acuerdo crearon a los Jinetes de Dragón, que mantuvieron pacificada toda Alagaësia durante miles de años.

Luego los humanos llegaron a Alagaësia por mar. Y también los úrgalos de grandes cuernos. Y los Ra’zac, que son los cazadores de la noche y los comedores de carne humana.

Y los humanos se unieron al pacto con los dragones.

Sin embargo, un joven Jinete de Dragón, Galbatorix, se sublevó contra su propio rey, esclavizó al dragón negro Shruikan y convenció a trece Jinetes de que lo siguieran. Y esos trece Jinetes fueron llamados los Trece Apóstatas.

Y Galbatorix y los Trece Apóstatas derrotaron a los Jinetes y quemaron su ciudad, en la isla de Vroengard. También mataron a todos los demás dragones y solo salvaron tres huevos: uno rojo, uno azul y uno verde. Y se apoderaron del corazón de corazones, el eldunarí, de todos los dragones que les fue posible. El eldunarí contiene la fuerza y la mente del dragón una vez separados de su cuerpo.

Y durante ochenta y dos años, Galbatorix fue el rey de todos los humanos. Los Trece Apóstatas murieron, pero él no, pues su fuerza procedía de todos los dragones y nadie era capaz de derrocarlo. Durante el octogésimo tercer año de reinado de Galbatorix, un hombre robó el huevo de dragón azul de su castillo. Y ese huevo pasó a manos de aquellos que todavía luchaban contra Galbatorix, a quienes se conocía como vardenos.

Arya, la elfa, custodió el huevo y buscó entre elfos y hombres a aquel con el cual el huevo pudiera eclosionar. Y esa búsqueda duró veinticinco años.

Un día, mientras Arya viajaba a Olison, una ciudad de los elfos, un grupo de úrgalos la atacaron y mataron a sus guardias. Entre esos úrgalos se encontraba Durza, el Sombra, un hechicero poseído por unos espíritus a quienes él mismo había conjurado para que se sometieran a su voluntad. Después de la muerte de los Trece Apóstatas, Durza se había convertido en el sirviente más temido de Galbatorix. Sin embargo, antes de que los úrgalos y el Sombra capturaran a Arya, la elfa utilizó la magia para poner el huevo a salvo y llevarlo a alguien que pudiera protegerlo.

Pero el hechizo fracasó.

Y así fue como Eragon, un huérfano de tan solo quince años, encontró el huevo en las montañas de las Vertebradas. Se lo llevó a la granja donde vivía con su tío, Garrow, y con su único primo, Roran. Y el huevo le eclosionó a él, y a partir de ese momento, Eragon crio a la dragona, que se llamó Saphira.

Galbatorix mandó a dos de los Ra’zac a que buscaran el huevo, y estos mataron a Garrow y quemaron la casa de Eragon. Galbatorix había hecho de los Ra’zac, de los cuales quedaban ya muy pocos, sus esclavos.

Eragon y Saphira decidieron vengarse de los Ra’zac. En ese empresa los acompañó Brom, que había sido Jinete de Dragón hasta la Caída de los Jinetes, mucho tiempo atrás. Era a él a quien la elfa Arya había querido enviar el huevo.

Brom enseñó a Eragon a luchar con la espada, a emplear la magia y a comportarse con honor. Y le dio Zar’roc, la espada que una vez había pertenecido a Morzan, el principal y más poderoso de los Trece Apóstatas. Pero los Ra’zac mataron a Brom durante un combate, del cual Eragon y Saphira escaparon gracias a la ayuda de Murtagh, hijo de Morzan.

En uno de sus viajes, el Sombra Durza capturó a Eragon en la ciudad de Gil’ead. El chico consiguió huir, y al mismo tiempo liberó a Arya, que se encontraba en otra celda. La elfa había sido envenenada y había sufrido heridas graves, así que Eragon, Saphira y Murtagh la llevaron con los vardenos, que vivían junto con los enanos en las montañas Beor.

Allí, Arya sanó y, allí también, Eragon bendijo a una niña llamada Elva para que la desgracia nunca la alcanzara. Pero pronunció mal el hechizo y, sin querer, la convirtió en una maldición a Elva que hizo que la niña sintiera en su piel el dolor de los demás y tuviera que protegerlos.

Poco después, Galbatorix mandó un gran ejército de úrgalos a atacar a los enanos y a los vardenos. Y fue en esa batalla cuando Eragon mató a Durza, el Sombra. Pero este lo hirió en la espalda, y el chico sufrió un gran dolor a pesar de los hechizos de los sanadores vardenos.

Y mientras soportaba ese dolor, Eragon oyó una voz que le dijo: «Ven a mí, Eragon. Ven a mí, pues tengo las respuestas a todas tus preguntas».

Tres días después, el líder de los vardenos, Ajihad, cayó en una emboscada y murió a manos de los úrgalos, que estaban a las órdenes de dos magos gemelos que habían traicionado a los vardenos y se habían unido a Galbatorix. Los gemelos también raptaron a Murtagh y lo mandaron con Galbatorix. Pero lo hicieron de tal forma que Eragon y los vardenos creyeron que Murtagh había muerto. Eragon sintió una gran tristeza.

Entonces, Nasuada, la hija de los Ajihad, se convirtió en la líder de los vardenos.

Eragon, Saphira y Arya partieron de Tronjheim, el hogar de los enanos y donde residía su poder, y viajaron hacia el bosque
septentrional de Du Weldenvarden, donde vivían los elfos. Con ellos viajó también el enano Orik, sobrino de Hrothgar, el rey de los enanos.

En Du Weldenvarden, Eragon y Saphira conocieron a Oromis y a Glaedr, el último Jinete libre y el último dragón libre de Alagaësia, respectivamente, que habían pasado el último siglo escondidos y esperando a que llegara el momento de instruir a la siguiente generación de Jinetes de Dragón. También conocieron a la reina Islanzadí, líder de los elfos y madre de Arya.

Mientras Oromis y Glaedr instruían a Eragon y a Saphira, Galbatorix envió a los Ra’zac y a un grupo de soldados a Carvahall, el pueblo natal del chico, esta vez para que capturaran a su primo Roran. Pero este se escondió, y no lo hubieran encontrado de no haber sido por el odio de Sloan, el carnicero, que mató a uno de los vigilantes para permitir la entrada de los Ra’zac al pueblo y que pudieran, así, pillar desprevenido a Roran.

El chico se libró de los Ra’zac y huyó, pero esas criaturas consiguieron arrebatarle a su querida Katrina, hija de Sloan. Entonces Roran convenció a los vecinos de Carvahall de que partieran con él, y todos viajaron por las montañas de las Vertebradas, la costa de Alagaësia y por el país meridional de Surda, que todavía estaba libre de las garras de Galbatorix.

Mientras tanto, la herida que Eragon tenía en la espalda continuaba atormentándolo. Durante la Celebración del Juramento de Sangre de los elfos, en la cual se conmemoraba el antiguo pacto entre Jinetes y dragones, su herida fue sanada por un dragón que los elfos invocaron al final de la fiesta. Además, le confirió a Eragon una fuerza y una
velocidad similares a las de los propios elfos.

Después Eragon y Saphira volaron hasta Surda, adonde Nasuada había llevado a los vardenos para lanzar un ataque contra el Imperio de Galbatorix. Allí los úrgalos se aliaron con los vardenos, pues afirmaron que Galbatorix les había perturbado la mente y querían vengarse de él. Entre los vardenos, Eragon encontró a la niña Elva, que había crecido a una prodigiosa velocidad a causa de su hechizo. Ahora ya tenía tres o cuatro años, y su mirada era de lo más grave, pues conocía el dolor de todos aquellos que estaban a su alrededor.

No lejos de la frontera de Surda, en la oscuridad de los Llanos Ardientes, Eragon, Saphira y los vardenos lucharon en una gran y sangrienta batalla contra el ejército de Galbatorix. En plena batalla, Roran y los vecinos de Carvahall se unieron a los vardenos, igual que los enanos, que habían marchado tras ellos desde las montañas Beor.

Sin embargo, lejos, en el este, se alzó un ser ataviado con una brillante armadura y montado sobre un centelleante dragón rojo.

Pronunció un hechizo que mató al rey Hrothgar. Eragon y Saphira lucharon contra ese Jinete y su dragón rojo, y descubrieron que se trataba de Murtagh, que combatía para Galbatorix, a quien había hecho un inquebrantable juramento de fidelidad. Y el dragón era Thorn, el segundo de los tres huevos, que ya había eclosionado.

Murtagh derrotó a Eragon y a Saphira gracias a la fuerza del eldunarí que Galbatorix le había dado. Pero permitió que escaparan, pues todavía sentía cierto aprecio por el chico. Y porque, tal como él mismo le contó a Eragon, eran hermanos: ambos eran hijos de Selena, la consorte favorita de Morzan.

Luego Murtagh le quitó Zar’roc, la espada de su padre, a Eragon y partió con Thorn de los Llanos Ardientes, igual que hizo el ejército de Galbatorix.

Después de la batalla, Eragon, Saphira y Roran volaron hasta Helgrind, la oscura torre de piedra que servía de escondite a los Ra’zac y a sus repugnantes compañeros, los Lethrblaka, y allí rescataron a Katrina. En otra de las celdas de Helgrind, Eragon encontró al padre de Katrina, ciego y medio muerto.

El chico pensó en matar a Sloan como castigo por su traición, pero rechazó la idea. En lugar de ello, hizo que Sloan se sumiera en un profundo sueño y dijo a Roran y Katrina que el padre de Katrina había muerto. Luego pidió a Saphira que llevara a Roran y a Katrina con los vardenos mientras él daba caza al último Ra’zac.

Así, Eragon mató a la última de estas criaturas. Luego se llevó a Sloan de Helgrind. Después de pensarlo mucho, descubrió cuál era el verdadero nombre de Sloan en el idioma antiguo, el lenguaje del poder y de la magia. Lo ató a su nombre y lo obligó a jurar que nunca más vería a su hija. Luego lo envió a vivir con los elfos. Pero lo que Eragon no le dijo a Sloan es que los elfos le curarían la ceguera si se arrepentía de su traición y su asesinato.

A medio viaje de regreso con los vardenos, Arya fue al encuentro de Eragon y, juntos, volvieron a pie y atravesando terreno enemigo. Cuando llegaron, el chico supo que la reina Islanzadí había enviado a doce hechiceros elfos al mando de Blödhgarm para que lo protegieran a él y a Saphira. Eragon debilitó tanto como pudo la maldición que sufría la niña Elva, y consiguió que ya no sintiera la necesidad de protegerlos. A pesar de ello, ella siguió sintiendo el dolor ajeno. Y Roran se casó con Katrina, que estaba embarazada, y por primera vez en mucho tiempo Eragon se sintió feliz.

Después, Murtagh, Thorn y un grupo de hombres de Galbatorix atacaron a los vardenos. Gracias a la ayuda de los elfos, Saphira y Eragon consiguieron rechazarlos. Este y Murtagh se enfrentaron, pero ninguno de ellos consiguió derrotar al otro. Fue un combate difícil, pues Galbatorix había hechizado a los soldados para que no sintieran el dolor, y los vardenos sufrieron muchas bajas.

Cuando la batalla terminó, Nasuada envió a Eragon en representación de los vardenos a la elección del nuevo rey de los
enanos. El chico no quería ir, pues Saphira tenía que quedarse para proteger el campamento de los vardenos, pero no le quedó más remedio que satisfacer a Nasuada.

Y Roran prestó su servicio con los vardenos, y subió de rango, pues demostró ser un hábil guerrero y un buen líder de los hombres. Mientras Eragon estaba con los enanos, siete de ellos intentaron asesinarlo. Una investigación reveló que el clan Az Sweldn rak Nahûin era el responsable del ataque. Pero la reunión de clanes continuó, y Orik fue elegido para suceder a su tío. Saphira se reunió con Eragon para la coronación. Durante esta, la dragona cumplió la promesa que había hecho de que repararía el preciado zafiro estrellado que había roto durante la batalla de Eragon contra el Sombra Durza.

Al terminar la ceremonia, Eragon y Saphira regresaron a Du Weldenvarden. Allí, Oromis reveló la verdad sobre Eragon: no era hijo de Morzan, sino de Brom, aunque él y Murtagh sí tenían la misma madre, Selena. Oromis y Glaedr también explicaron qué era un eldunarí, y contaron que un dragón podía decidir separarlo de su cuerpo cuando todavía se rncontraba vivo, aunque esa era una operación que debía llevarse con gran cuidado, pues cualquiera que lo poseyera podía controlar al dragón al cual pertenecía.

Mientras se encontraba en el bosque, Eragon decidió que necesitaba una espada para reemplazar la Zar’roc. Allí recordó un consejo que le había ofrecido Solembum, el hombre gato, durante sus viajes con Brom. Y así fue a buscar el árbol Menoa, en Du Weldenvarden. Cuando lo encontró, habló con él y el árbol consintió en darle el acero brillante que guardaba entre sus raíces a cambio de algo que no dijo.

Rhünon, el herrero elfo que había forjado todas las espadas de los Jinetes, trabajó con Eragon para forjar una espada nueva para él. La espada era azul y Eragon la bautizó como Brisingr, «fuego». La espada se envolvía en llamas cada vez que él pronunciaba su nombre. Después Glaedr confió su corazón de corazones a Eragon y a Saphira, y estos regresaron con los vardenos mientras Glaedr y Oromis se unían a los suyos para atacar la parte norte del Imperio.

Durante el sitio de Feinster, Eragon y Arya encontraron a tres magos enemigos, uno de los cuales se había transformado en el Sombra Varaug. Con la ayuda de Eragon, la elfa lo mató. Mientras tanto, Oromis y Glaedr se enfrentaban a Murtagh y a Thorn. Galbatorix consiguió dominar la mente de Murtagh. Y, empleando el brazo de este, mató a Oromis. Thorn acabó con el cuerpo de Glaedr.

Los vardenos vencieron en Feinster, pero Eragon y Saphira lamentaron la muerte de su maestro Oromis.

Los vardenos siguieron avanzando, e incluso ahora continúan penetrando en el Imperio en dirección a la capital, Urû‘baen, donde se encuentra Galbatorix, orgulloso y confiado, pues suya es la fuerza de los dragones.

Aquí termina el Prólogo de Legado.

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