Shur’tugal

Guía de Personajes principales de las aventuras de Eragon y El Legado: Los Shur’tugal

Descubre a los Shur’tugals o Jinetes de Dragón, estos fantásticos guerreros tienen una historia increíble.

La Historia de los Shur’tugal

Hace siglos y siglos, los Shur’tugal o Jinetes de Dragones, cuya misión era proteger y vigilar, objetivo que durante miles de años consiguieron. Son guardianes de la paz y no guerreros. Su objetivo es el de situarse entre la luz y la oscuridad para mantener el equilibrio entre ambas. Todo Shur’tugal debe someterse a un estricto entrenamiento para mejorar su fuerza mental y física.

Su poder en las batallas era inigualable, puesto que cada uno poseía la fuerza de diez hombres, y eran inmortales, a menos que una espada o un veneno les arrebatara la vida, por que sólo utilizaban su poder en defensa del bien. Bajo su tutela, se levantaron grandes ciudades y altas torres de piedra. Mientras los Shur’tugal mantuvieron la paz, la tierra floreció y fue una época dorada. Los elfos eran sus aliados, los enanos, sus amigos. La riqueza corría por sus ciudades y los hombres prosperaban.

La Gedwëy Ignasia es la marca que aparece cuando un Shur’tugal toca por primera vez a su dragón. Los jinetes suelen canalizar su poder a través de la mano donde tienen la Gedwëy Ignasia.

Shur'tugal eragon

Cuando un Shur’tugal acaba su entrenamiento recibe una espada con una hoja del color de su dragón. Tradicionalmente es la herrera Rhunön quién forja las espadas a partir de un acero brillante, mineral procedente de una estrella que cayó en la tierra. El acero brillante es el más duro, más resistente y más flexible que cualquier otro metal. Una vez el Shur’tugal le da un nombre a su espada quedará con el glifo correspondiente en el idioma o lengua antigua.

El Rimgar es una serie de posturas desarrolladas para preparar a los elfos y los Shur’tugal en el combate aunque muchos lo usan como ejercicio para mantenerse en forma.

Galbatorix y el fin de los Shur’tugal

Aunque ningún enemigo podía destruirlos, no consiguieron protegerse de sus propios defectos. Y sucedió que, en el apogeo de su poder, un niño llamado Galbatorix nació en la provincia de Inzilbêth, que ya no existe. A la edad de diez años lo sometieron a una serie de pruebas, como se acostumbraba; y viendo que albergaba un gran poder, las Shur’tugal lo aceptaron como uno de los suyos.

Galbatorix paso por un periodo de aprendizaje y supero a los demás en destreza. Dotado de una mente aguda y de un cuerpo vigoroso, rápidamente ocupo un lugar entre las filas de los jinetes, pero algunos vieron en el súbdito ascenso de Galbatorix un signo de peligro, del cual advirtieron a los otros.

No obstante, el poder había vuelto arrogantes a los jinetes y no hicieron caso del aviso, día en que comenzó la desdicha. Así pues, nada mas terminar su aprendizaje, Galbatorix emprendió un temerario viaje con dos amigos. Volaron noche y día hacia el norte y entraron en el territorio que aun les quedaba a los úrgalos, pensando tontamente que sus nuevos poderes los protegerían. Allí, sobre una gruesa capa de hielo, que no se derretía ni siquiera en verano, sufrieron una emboscada mientras dormían. Aunque los amigos de Galbatorix y sus dragones fueron asesinados, y él mismo sufrió graves heridas, consiguió dar muerte a sus atacantes. Durante la lucha, una flecha perdida atravesó el corazón de sus dragón, y como Galbatorix no poseía conocimientos para curarlo, el animal murió entre los brazos de su amo. De ese modo se sembraron las semillas de la locura de Galbatorix.

Solo, despojado de buena parte de la fuerza y medio loco por la pérdida, Galbatorix vagabundeo sin esperanza por los desolados parajes en busca de la muerte, pero esta no hizo acto de presencia, a pesar de que él se lanzó sin miedo contra cualquier ser vivo. Muy pronto los úrgalos y los otros monstruos comenzaron a huir de esa angustiada presencia. Entonces Galbatorix empezó a imaginar que tal vez los jinetes le darían otro dragón, e impulsado por la idea, emprendió un arduo viaje a pie, de regreso a las Vertebradas, aunque tardó meses en atravesar el territorio sobre el que había volado sin esfuerzos montado en su dragón. Galbatorix sabia cazar utilizando la magia, pero con frecuencia caminaba por lugares por los que no había animales. De modo que, cuando consiguió salir de las montañas, estaba a las puertas de la muerte. Un campesino lo encontró desmayado con el lodo y llamo a los Shur’tugal.

Lo llevaron inconsciente a sus tierras donde sanó físicamente, y al despertar, después de haber dormido durante cuatro días, no dio muestras de tener la mente trastocada. Cuando lo llevaron ante el consejo convocado para juzgarlo, Galbatorix exigió un nuevo dragón. La apremiante petición uso de manifiesto su demencia y el consejo vio con claridad en que estado se hallaba. Rechazaba su exigencia, Galbatorix, a través del espejo deformante de su locura, creyó que la muerte del dragón era culpa de los jinetes. Caviló sobre esta idea noche tras noche y trazó un plan para ejecutar su venganza.

Un jinete se compadeció de él, y las insidiosas palabras de Galbatorix echaron raíces. Valiéndose de la insistencia y del uso de tenebrosos secretos que había aprendido de un Sombra, enardeció al Jinete contra los ancianos del consejo, y junto tendieron una trampa traicionero a uno de ellos y lo asesinaron. Cometida la repugnante fechoría, Galbatorix se volvió contra su aliado y lo mató de improviso. Poco después los Shur’tugal lo hallaron con las manos manchadas de sangre, pero él, dando un alarido, huyó y desapareció en la oscuridad. Sin embargo, como la locura había aguzado su sagacidad, no pudieron encontrarlo.

Estuvo escondido durante años en parajes desolados como un animal acosado, siempre en guardia contra sus perseguidores. Su atrocidad no se olvidó, pero con el correr de los años cesaron de buscarlo. En una ocasión la mala suerte quiso que se topara con el joven Jinete Shur’tugal, Morzan, fuerte de cuerpo pero débil de mente, a quien Galbatorix convenció para que dejara abierta una puerta de la ciudadela Ilirea, que hoy en día se lama Urû’baen, por la que entró y robó un dragón recién nacido.

Se ocultó con su nuevo discípulo en un lugar maligno donde los jinetes no se aventuraban a entrar. Allí Morzan fue aleccionado en un tenebroso aprendizaje y se instruyó en secretos y magia prohibida que nunca debieron revelarse. Una vez terminada su instrucción, y cuando el dragón negro de Galbatorix, Shruikan, hubo alcanzado la madurez, el demente se presentó ante le mundo llevando a Morzan a su lado. Juntos combatieron a todos los Jinetes con los que topaban, y cada nuevo asesinato, aumentaban la fuerza de ambos. Otros doce Shur’tugal se unieron a Galbatorix con deseos de poder y de venganza a causa de supuestas injusticias. Esos doce hombres, junto con Morzan, se convirtieron en los Trece Apóstatas. Los jinetes no estaban preparados y cayeron ante el violento ataque. Los elfos también lucharon encarnizadamente contra Galbatorix, pero fueron derrotados y obligados a huir a sus escondites, de los que no regresaron jamás.

Solo Vrael, jefe de los jinetes, consiguió resistir a Galbatorix y a los Apóstatas. Anciano y sabio, luchó para salvar todo lo que pudiera y evitó que el resto de dragones cayeran en manos de sus enemigos. En la última batalla ante la puerta de Dorú Areaba, Vrael derrotó a Galbatorix, pero vaciló en el asalto final. Galbatorix aprovechó la oportunidad y lo embistió por un costado. Vrael, gravemente herido, huyó al monte Utgard para recobrar fuerzas, pero le fue imposible por que Galbatorix lo halló. Mientras peleaban, Glabatorix le dio una patada en la entrepierna, y gracias a ese golpe sucio, logró dominar a Vrael ,y cortarle violentamente la cabeza con la espada.

Con semejante poder corriendo por sus venas, Galbatorix se consagró a sí mismo rey de toda la Alagaësía. Y desde entonces gobierna él.

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